¿Qué sentido tiene que se queden las mujeres en la iglesia católica?

¿Qué sentido tiene que se queden las mujeres en la iglesia católica?

Hace un año exactamente tuve la oportunidad de darle vida al proyecto de Women’s Ordination Conference, Escuchando a las Mujeres (EALM); una iniciativa que buscaba recopilar las experiencias de las Latinas dentro de la iglesia católicas en los EE. UU. Cuando vi la vacante, pensé que era la respuesta a la pregunta que tantas veces le había hecho a Dios. Queria saber si estaba enojado conmigo.

Lilian Medina Romero

Desde muy joven había tenido una relación conflictiva con Dios. Por un lado crecí en un país cristiano y en una familia tradicionalmente católica. Mi madre y mi abuela, aunque no iban todos los domingos a la iglesia, eran muy creyentes. Luego, mi madre encontró refugio en otra fe cristiana en la cual ella se involucró mucho más con asistencia y participación regular. Nuestra fe nos decía que la mujer tenía un lugar en el hogar y en la sociedad. La mujer es la ayuda idónea del hombre. La mujer cuida, es temerosa de Dios, da buen ejemplo, da alegría y orgullo a su marido, se casa solo una vez y solo se entrega a un hombre. La mujer pertenece a lo privado y no lidera. Apoya pero nunca lidera. Aunque esto último no fue una enseñanza explícita (nunca lo escuche en ninguna misa o predica cristiana), es una enseñanza implícita, normalizada e incuestionable dentro de la iglesia y nuestra sociedad. 

Al mismo tiempo, crecí en una familia de mujeres al mando, y no por elección sino por obligación, por la mera necesidad de sobrevivir.  Mi abuela sobrevivió mas de 20 años de violencia domestica y mi madre desde muy niña fue testigo de la misma. Al ser la mayor de seis hijos, mi madre tuvo que trabajar desde muy pequeña para mantener a su familia. Sus relaciones amorosas estuvieron marcadas por la desconfianza y el dolor que deja haber crecido en la violencia. Fue madre soltera, una mujer fuerte, independiente, valiente y trabajadora.  Pero eso no le alcanzó para potencializar sus capacidades, por que sus oportunidades de crecimiento profesional y económico se vieron limitadas, y ahora entiendo que fue por ser mujer. Ella no quería que yo pasara por eso, por lo que, contrario a lo que dice la iglesia, me empoderó para encargarme de mi propia vida, conocer mi cuerpo, tomar decisiones responsables sobre mi salud sexual e invirtió en mi educación para tener una vida “decente”.

Para mi, era muy difícil reconciliar las realidades de las mujeres que veía en mi mundo con las expectativas sociales y religiosas de lo que una mujer debía ser y hacer. Dude de la existencia de Dios, me enojé y me sentí culpable una y otra vez por preguntarme como un ser que es la mismísima representación del amor, el poder y la bondad, limita las capacidades que él mismo nos dio y nos juzga cuando las usamos. Me sentía culpable por cuestionarle, por alzar mi voz ante las injusticias de su iglesia, por hablar en contra de ella  y llamar a otras mujeres a romper con el vínculo sagrado del matrimonio para salvar sus vidas y las de sus hijas e hijos. Sentí, por muchos años, que Él estaba enojado conmigo. Me sentía hipócrita por querer los beneficios de su amor, mientras cuestionaba que su imagen en mi cabeza fuera masculina, celosa y opresora. 

EALM le dio voz a Dios en mi vida, porque a través de otras mujeres, Dios me habló. Le escuche en las voces de cientos de mujeres que como mi madre, mi abuela y como yo, le creen porque han experimentado la paz de su presencia, pero que al mismo tiempo lidian con una lucha interna para entender por qué los supuestos designados para liderar su causa y promover su palabra, las excluyen y discriminan. Junto a ellas descubrí que Dios y la iglesia no son la misma cosa, que nuestras preguntas son legítimas y bien fundadas, y que estamos llamadas a cuestionar las decisiones y las posturas de las instituciones que representan nuestra fe cuando las mismas son injustas y contrarias al verdadero amor y la voluntad de Dios. 

Cuando empecé a trabajar en este proyecto, varias de mis amigas cercanas, que ya se han retirado de la iglesia, cuestionaban el impacto de la iniciativa argumentando que la naturaleza patriarcal de la iglesia y la corrupción de sus instituciones era tan profunda que no podía ser transformada y que, por el contrario, validar la fe de las mujeres podría perpetuar la aceptación de las normas religiosas que contribuyen a la violencia, el silenciamiento, la culpa y la vergüenza de las mujeres. “¿Qué sentido tiene que se queden las mujeres en la iglesia católica?” 

La respuesta todavía no es 100% clara para mi. Sin embargo, los resultados de EALM nos muestran que las mujeres se quedan en la iglesia por diferentes razones. La principal es que ser católicas, sea por tradición o convicción, es parte de su identidad. Muchas encuentran en la iglesia sentido de pertenencia y fortalecen su fe a través de sus prácticas espirituales. A otras, les da propósito y sentido de paz, justicia y misericordia. Y algunas, simplemente dejar la iglesia significa renunciar a la idea del único Dios que conocen. Cualquiera que sea el caso, identificarse con la fe católica o cualquier otra fe cristiana, no significa la validación o complicidad con los actos discriminatorios y abusivos de la institución. EALM tambien me mostró que no somos ciegas ante la disfuncionalidad de la Iglesia Católica como institución (principalmente debido a problemas de abuso sexual de menores, la exclusión de las mujeres de puestos de autoridad y supervisión, y las limitaciones impuestas a ellas para explotar sus dones al servicio de la iglesia). Es un hecho que ser mujeres de fe en Cristo no limita nuestra capacidad de cuestionar las posturas y acciones de las instituciones que nos representan. Por el contrario, continuar siendo parte de esta, reconociendo su influencia en el mundo occidental, podría ser un acto de rebeldía para exigir su transformación desde adentro. 

Justamente este es el llamado que queremos hacer a las mujeres católicas. La iglesia católica es una de las instituciones religiosas más relevantes, poderosas e influyentes del mundo. Por lo tanto, que las mujeres católicas tomen acciones para hacer de la iglesia una institución justa, transparente e inclusiva, es imperativo! Joan Chittister, explica en su libro “The Time is Now” que la invitación a seguir a Jesús realmente es un llamado a la participación activa en la mejora de un mundo que tiende a ir en la dirección incorrecta. Como Jesús lo hizo, nosotras debemos señalar las injusticias y oponernos a toda práctica de opresión incluyendo el racismo, el machismo y la esclavitud en cualquiera de sus formas. 

Como seguidoras de Cristo, nuestra fe está puesta en Dios, no en el sistema. Por ende, si el sistema no representa la bondad, igualdad y justicia de Dios, somos nosotras, las mujeres católicas, quienes estamos llamadas a hacer algo al respecto.


Why do women stay in the Catholic Church?

A year ago I was given the opportunity to bring to life a Women’s Ordination Conference project, Escuchando a las Mujeres (EALM). This initiative collected information on the experiences of Immigrant Catholic Latinas within the Church. This opportunity came to me at a time in my life when I questioned if God was mad or disappointed at me. Today, I believe EALM was God’s way of addressing my concerns.  

From a very young age, I had a conflicting relationship with the idea of God. I grew up in a majority Christian country with a traditionally Catholic family. Although my mother and grandmother did not go to church every Sunday, they lived by the teachings of the Church. After years of attending, when I was a teenager, my mother left the Catholic church to join another Christian faith that fulfilled all her spiritual needs. In that space, my mother truly felt God’s calling and became much more involved with regular attendance and participation. In both churches, I learned that women had a place at home and in society. Their teaching said that the woman was created as the suitable help of the man; the woman cares for others; is fearful of God; sets a good example; gives joy and pride to her husband; only marries once and she only gives herself to one man. Women belong to the private spheres of life and they do not lead. They support but they never lead! 

At the same time, I grew up in a family of strong women that were in charge. It was not a choice for them, but an obligation out of the mere need to survive. As the oldest of six, my mother, who witnessed my grandmother survive years of domestic violence, had to work from a young age to support her family. She sheltered a lot of pain and her relationships were highly affected by the mistrust, distress and trauma left by the violence she witnessed. She was a single mother, a strong, independent, brave and hard-working woman. My mother had no choice but to lead. However, being a woman in our society limited her opportunities for professional and economic growth. My mother didn’t want me to go through that, so she empowered me to be in charge of my own life, to know my body, to make responsible decisions about my sexual health and to educate myself to make a comfortable living. 

It was very difficult for me to reconcile the reality of the women in my life while also tackling the social and religious expectations of what a woman should be. For a very long time, I doubted the existence of God. I was confused and conflicted, angry and guilty, a mix of emotions, questioning my faith and God. I felt guilty for speaking against the injustices perpetrated within His Church; for speaking out against it and calling survivors of domestic violence to break the sacred bond of marriage to save their lives and those of their children. I felt, for many years, that He was angry at me for questioning him. I felt hypocritical for wanting the benefits of God’s love while questioning the idea I had in my head of a masculine, jealous, and oppressive God.

EALM gave God a voice in my life. I heard God in the voices of hundreds of women who believed because they have experienced the peace of God’s presence in their lives. Yet, they struggled when trying to understand why they are excluded and discriminated against by the people (mostly men) designated to lead the cause of God and spread the Word in the world. With these women, I discovered that God and the Church are not the same things. I learned that our questions are valid and well-founded and that we’ve been called to question the decisions and stands of the institutions that represent our faith when they are unjust and contradict the true love and the will of God.

When I started working on this project, some of my close friends, who have already left the Church, questioned the impact of the initiative saying that the patriarchal nature of the Church and the corruption of its institutions were so embedded in our systems that it could never be transformed into something different. Some of them even argued that validating those women’s faith could perpetuate the acceptance of religious norms that contribute to the silence, guilt, and shame of women. All of them asked: “Is there even a point for women to stay in the Catholic Church?”

The answer is still not 100% clear to me. However, the results of our work at EALM show that women stay in the Church for different reasons. The main one is that being a Catholic, whether because of tradition or conviction, is part of their identity. Many women find a sense of community and belonging in the Church. They strengthen their faith through their spiritual practices. To many others, it gives them purpose and a sense of peace, justice, and mercy. Additionally, for some, leaving the Church means giving up on the idea of ​​the only God they’ve known. EALM also showed me that, whatever the case may be, identifying with the Catholic faith or any other Christian faith does not necessarily mean validation or complicity with the institution’s discriminatory and criminal acts. Women are not blind to the dysfunction of the Catholic Church as an institution (mainly due to problems of sexual abuse of minors, the exclusion of women from its leadership, and all the limitations imposed on them to exploit their gifts in the service of the church). Likewise, being women of faith in Christ does not limit our ability to question the stands and actions of the institutions that represent us. On the contrary, choosing to stay and be part of their Church, could be an act of rebellion to demand its transformation from within.

This is precisely our call to Catholic women. The Catholic Church is one of the most relevant, powerful and influential religious institutions in the world. Therefore, it is imperative that Catholic women take actions to make the church a fair, transparent and inclusive institution. Joan Chittister explains in her book “The Time is Now” that the invitation to follow Jesus really is a call for active participation in the improvement of a world that tends to go in the wrong direction. As Jesus did, we must point out injustices and oppose all practices of oppression including racism, sexism, and slavery in any of their forms.

As followers of Christ, our faith is in God, not in the system. Therefore, if the system does not represent the goodness, equality and justice of God, it is us, the women of the Church, the ones called to do something about it.


5 Responses

  1. REgina Bannan says:

    Lilian, what a moving statement! Thanks for sharing and for sharing your talents with WOC.
    Though I cannot read Spanish, I am so glad to see what a beautiful website ELAM is.

  2. For your consideration:

    Humanity, Male and Female ~ Relational Complementarity in Consubstantial Unity
    http://www.pelicanweb.org/solisustv16n04page24.html

  3. Patricia Del Río says:

    Excelente articulo, totalmente de acuerdo mi identidad está puesta únicamente en la fe en Dios, sino hace mucho ya no creyera en Él. Yo fui discriminada por un sacerdote por estar divorciada por esta razón no era ejemplo según él para los demás, al cantar y pertenecer a su iglesia. Si quiero seguir perteneciendo a la institución pero sin discriminación, exigiendo su transformación justa, transparente e inclusiva y tomando acción para lograrlo.

  4. Armando Valencia says:

    La iglesia no discrima a nadie nos discriminamos solos al no hacer lo q Dios manda pero tipico q hay mujeres protestantes dentro de la iglesia claro q existen como hombres tambien cristo y la iglesia son uno y sin el papel del hombre y la mujer dentro del el matrimonio este mundo esta patas arriba q el feminismo y q el machismo no señoras la palabra de Dios es muy clara

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *